lunes, 14 de febrero de 2011

Cada vez que te vas

Abril y Héctor se habían enamorado  y disfrutaban sus días de felicidad con las pequeñas cosas típicas de la vida provinciana.Los paseos por el campo, las citas en el cine o el parque, alguna que otra fiesta, las canciones dedicadas y las cartas con poemas que llegaban en ambos sentidos gracias a la ayuda generosa de las amigas.Eran muy jóvenes, adolescentes, y en un par de años terminarían la secundaria, cosa que de cierta forma les generaba algún  temor al futuro, pues cada uno sabía que por encima de sus deseos estaban los de sus padres que querían lo mejor para  ellos.Entre esas decisiones estaban las que consistían en enviar a sus hij@s a estudiar a otras ciudades con más oferta y calidad académica.Eran tiempos duros y violentos y no había espacio para las vacilaciones ni para  comprender los deseos de los hij@s.

Fue un día de  febrero que ellos inicaron su romance.Llevaban un año desde que Abril lo citó  a las 8:00 p.m. a través de una carta, a la puerta de su casa para  hablarle sobre sus sentimientos. Todo fue mágico aquella noche.Ella lo  conquistó  con su sinceridad y  con las más bellas palabras que  salían de su corazón aunque para decirlas, de tanto en tanto, tomaba más aire de lo normal como para  no desfallecer en su intento. No había sido nada fácil para ella tomar aquella determinación y se notaba en su miraba nerviosa y el el rubor de sus mejillas  pero la fuerza de su corazón era más grande que la de su orgullo; y esta vez,  éste último quedaba doblegado ante algo más poderoso; la ilusión del amor.Su voz tierna era música para Héctor  quien embelesado la oía y al son de esa melodía se enamoraron mientras la luna llena iluminaba el rostro de Abril y dejaba ver sus labios coloreados  que se contenían de pasión. De hecho, la luna fue testigo de esa romántica noche, la primera de ese tipo en las vidas de ambos jóvenes, única e inolvidable.El aroma  seductor de su perfume y de sus cabellos hacían irresistible el encanto de aquella niña y era imposible para  Héctor no besarla y no sellar ese compromiso. Así sucedió y desde entonces  ambos vivieron ilusionados con ese pequeño amor.Para Héctor todo era más complejo; nadie, ninguna chiquilla había llegado tan lejos por él a tal punto de decirle que lo quería desde que lo vió por primera vez. Eso lo tuvo siempre impresionado.La fuerza de Abril era superior al común de las chicas que él conocía y que como era típico se hacían de rogar para que un jóven las corteje.Quizás eso fue lo que lo prendó a ella para siempre.Solía suceder al revés; siempre era el jovenzuelo quien se lanzaba a la conquista y debía hacer muchos méritos para lograr su cometido.

A partir de entonces ellos solo querían estar juntos y fue Abril quien buscaba mil maneras para estar junto a  él pues habían muchas dificultades, entre las que estaban sus padres.Como si no fueran suficientes todas las presiones que tuvieron  que enfrentar  para llevar adelante su romance de adolescentes en una sociedad tan conservadora  que veía con ojos pecaminosos cualquier cosa que los jóvenes pudieran hacer  o decir, hasta  el hecho de tener que evadir a sus padres  para que no se enteraran que su nena a sus 15 años ya estaba enamorada y que buscaba la manera de reunirse furtivamente con el joven que había hechizado su corazón.

Fue entonces que el miedo se convirtió en pánico, el temor en realidad y antes de lo previsto Abril se iría a estudiar a la capital.Fue algo desolador para ellos.Aún Abril no había terminado la secundaria como ellos esperaban;  les quedaba un año aún para seguir juntos, pero los padres de Abril  ya  lo habían decidido.Debía irse y alejarse de su pueblo natal, de sus amigos, de sus espacios y de su amor.Desconsolados lloraron y se prometieron nunca dejarse de amar, escribirse y esperar que el tiempo pase.Ella volvería en diciembre para quedarse las vacaciones y él se resignó a  esperarla.Así fue, Héctor la despidió en una fría mañana de marzo, mientras caía una leve llovizna sobre la ciudad.Sus lágrimas se confundían con las gotas de lluvia que rodaban por su rostro mientras volvía a su casa desconsolado.El tiempo pasó y una vez al mes las cartas iban o venían con esa lentitud que mata el alma de angustia, que con su letargo anida a la desesperación de no saber nada de su amada por tantos y tantos días, cuando el teléfono era cosa rara aún...y cara.

El tiempo pasó y los días grises y eternos se acabaron cuando Héctor supo que ella había regresado.El mundo volvió a brillar.Se reencontraron y se amaron como nunca antes lo habían hecho.Disfrutaron de los días de sol y de lluvia de ese verano provinciano.De las reuniones y las fiestas.De los carnavales y de los amigos y de  las citas a solas para darse el amor que necesitaban y que  habían guardado por tanto tiempo.Revivieron aquellas aventuras de tiempos pasados, de cuando todo era más inocente y sencillo, de cuando el futuro no importaba y no habían muchas preocupaciones.Pasaron las semanas tan raudas que ninguno quería imaginar lo que vendría mañana.Pero el mañana siempre llega con esa naturalidad que poco parece importarle si es para bien o para mal.Otra vez la realidad golpeaba la puerta para decirles que la hora de despedirse había llegado  y que nada dura para siempre, ni lo bueno ni lo malo. Pero a  pesar del amor que ambos sentían, había también un dejo de resignación y  tristeza, una preocupación pero no por la separación en sí, sino por algo más profundo. No era solo la distancia lo que los separaría otra vez.Era algo más complejo.No lo decían pero cada uno iba comprendiendo que los planes y proyectos personales no se ajustaban a sus deseos de estar unidos y fue en medio de ese silencio que se despidieron otra vez, la última noche.

Aquella noche Héctor no pudo dormir mientras trataba de dilucidar ese conjunto de interrogantes que lo venían mortificando desde hace  varios dias ya. ¿Qué hacer para cambiar esa realidad?¿Irse por ella a la gran ciudad y luchar por estar a su lado?.Seguir esperándola no tenía mucho sentido pues el amor se podía ir desvaneciendo con la distancia y los proyectos que inevitablemente ella tendría que concretar y no era precisamente volver  a la provincia, pues una vez que se ha probado la vida citadina de la Gran Ciudad dificilmente uno vuelve a la a su pequeño pueblo.Había mucho riesgo en eso, en suponer que ella volvería.¿Era preferible dejar que las cosas solo sucedieran o era mejor hacer algo para cambiar ese destino al que estaban siendo condenados?.

Héctor se levantó temprano y llegó a la estación en medio de la bruma matinal.También era marzo y también lloviznaba.La vió subirse al bus lentamente; Abril se aferraba al pasamanos como resistiéndose a entrar mientras buscaba con sus pequeños ojos entre la multitud a su amado.Él, parapetado en un poste para mirar por sobre la gente, alzó su mano para decirle Adios.Abril lo sintió y giró su rostro hacia la derecha pues su corazón le decía que él estaba ahí; lo miró desde la escala del bus con inmensa tristeza mientras parpadeaba para contener las lágrimas. Su corazón agitado solo quería arrancarse para quedarse con Héctor pero aún así trataba de sonreir a sus padres solo para darles tranquilidad, pues ellos suponían que su hija era feliz con irse a la capital.Ellos jamás entenderían que Abril a su tierna edad ya amaba a alguien más.

Pronto todo terminó.El bus partió y con el se iba Abril, su amada, mientras la incertidumbre otra vez se apoderaba del muchacho.Pero esta vez Héctor no estaba dispuesto a dejar las cosas así.Algo debía cambiar.



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